No por Obras, para que nadie se gloríe

No ahondaré en posturas doctrinales complejas ni entraré en discusiones vanas y sin provecho. Mi firme propósito es el de exponer y defender, de forma muy breve, la justificación por fe y predestinación de los hijos de Dios, basándome en principios muy básicos, los cuales parecen haberse olvidado, o quizá jamás se hayan aprendido…
Como consecuencia del llamado “pecado original”, todos los hombres, la raza humana, está condenada, a muerte; por cuanto todos pecaron y nuestra naturaleza se tornó pecaminosa, oscura, andando en tinieblas, perpetuamente (la paga del pecado es muerte). Pero, fue tal el amor de Dios hacia los hombres que dio a Su hijo Unigénito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda (ya no está más en tinieblas) mas tenga vida eterna. (Juan 3:16).
Hasta ahí todos en sintonía, todos de acuerdo.
Ahora bien, ¿si el hombre está en tinieblas como podrá ir a la Luz?
Todo aquel que hace lo malo (a saber, toda la humanidad,  porque no hay justo ni aún uno, no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios; todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno….) aborrece la Luz y no viene a la Luz; no podrá ni la “aceptará”, jamás.
Entonces, ¿cómo iremos a Cristo? ¿Cómo pasaremos de muerte a vida? ¿Cómo  llegamos a la Luz, siendo tinieblas?
¿Predicaremos un evangelio impotente en el que Cristo está deseando impartir su vida y que nos está esperando, rogándonos encarecidamente que vengamos a Él, que lo aceptemos?
¿Les diremos, que nuestro Señor, Rey de reyes y Señor de señores, creador del cielo y de la tierra, no puede hacer nada más y que si los muertos no van a Él, la resurrección y la vida nunca podrá acudir a ellos?
¿Instigaremos y persuadiremos al pecador para que actúe antes de que sea demasiado tarde?
Pues este es el evangelio que aquí denuncio, o más bien, la corrupción del mismo, el que se está enseñando cada vez más en las iglesias. En el fondo, esta perversión del evangelio lo que hace es negar que el hombre esté en tinieblas y que sólo la Fe en Cristo, dada por Él y para Él, sea lo único que necesitemos para nuestra salvación, justificación y redención. No valen medias tintas, ni palabras que suene bien, ni dejarse llevar por sensiblerías  de carácter humano; tonterías las justas y predicar un medio evangelio es falsearlo y pretender quitarle la honra y gloria al Único que la merece. No busquemos ahí, bendición de Dios, porque no la hallaremos.
La Salvación viene de Dios, por su misericordia, por gracia, gratuita. No depende del que quiere, ni del que corre (ni “del que decide seguir a Cristo” o “lo acepta” o “ lo deja entrar en su vida”), sino de Dios, que tiene misericordia; no por obras, para que nadie se gloríe.
En toda la historia, también en el tiempo presente, Dios guarda a un remanente fiel, a Su pueblo escogido, al cual predestinó, llamó (no pidió ser aceptado), justificó y glorificó, desde antes de la fundación del mundo.

“Y a Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos”

Marcos Olmedo Concepción


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