Si Dios no construye la casa, de nada sirve. Decadencia de Roma y su proyección actual.
Es fácil decir que hoy la sociedad posee una libertad absoluta de expresión. Pero esto es una simple fachada. Desde luego, el mundo, no para de luchar por valores y metas efímeras, y todo para nada, y además muchas de esas metas se volverán contra ellos mismos. Que nadie se engañe, la visión de absoluta libertad, solo la puede tener un verdadero cristiano, un hombre o mujer reformado, un ser cambiado por Dios.
En este camino nos encontramos y miramos solamente a Aquél que nos libertó y continúa liberándonos de todas nuestras miserias, de las cuales la falta de amor y agradecimiento a Dios son las mayores, y nos reviste de ese hombre nuevo, al que todos nosotros deseamos llegar a ser.
En un librito de Francis A. Schaeffer titulado: “¿Cómo debemos vivir entonces?” Me ha parecido interesante compartir con vosotros, cómo la historia se repite. La diferencia es tal vez, que hoy; cada “hombre” se cree un dios. Es ahí donde los coloca la rebelión, altivez, ignorancia y obstinación de esta loca sociedad actual.
Que el Señor tenga misericordia y acabe la obra que empezó en todos nosotros.
*Algunos nombres de ciudades y localidades geográficas, no nos resultaran muy familiares, pero esto no afecta para nada al sentido que buscamos en este apartado.
Luis Sangareau
LA ERA ROMANA (Fracis A. Schaeffer)
«Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él». (Prov. 23:7ª.) Introducción Hay una corriente en la historia y en la cultura que se funda en el pensamiento de la gente. Lo que ella piense determina su manera de actuar. Hay violencia y descomposición en la sociedad al grado que resulta peligroso caminar por las calles de muchas ciudades del mundo. Por otra parte existe el peligro de un creciente autoritarismo que busca conjurar la amenaza del caos nacional e internacional. ¿Debemos desentendernos y claudicar? Si no ¿Cómo debemos vivir entonces? La respuesta a si debemos cruzarnos de brazos y ceder, es ¡No! Hay muchas buenas razones para no hacerlo. ¿Podemos encontrar ayuda en un reducto inesperado para la mayoría de los hombres modernos, pero para comprenderlo debemos retroceder en la historia?
ROMA: CONQUISTAS Y GRANDEZA
Empezaremos con la época de los romanos, porque la civilización de Roma es el ancestro directo del mundo europeo moderno, desde el tiempo de las primeras conquistas bajo la República hasta la actualidad. El derecho romano y las ideas políticas de Roma han influido en la escena europea y en toda la civilización occidental. El Imperio Romano fue grande, tanto en tamaño como en fuerza militar. Se extendía en gran parte del mundo conocido. Sus caminos abarcaban toda Europa, el cercano Oriente y África del Norte. El Imperio comprendía desde el Muro de Abriath, construido para alejar a los escitas demasiado difíciles de conquistar, hasta los fuertes del río Rin, el norte de África, el río Éufrates y el mar Caspio. En una conquista las legiones romanas cruzaron los Alpes, llegaron al valle de Roni, cruzaron las cumbres de Dante Vicky, hasta llegar a lo que ahora conocemos como Behebi, en Suiza. Al principio los helvéticos, principales habitantes de Suiza mantuvieron a distancia a los orgullosos romanos y los hicieron pasar por un yugo, imitando irónicamente las costumbres de los romanos que hacían lo mismo con los guerreros que capturaban. Se trató de un revés temporal.
Casi nada podía detener a los romanos, ya fuera el terreno difícil o los ejércitos del enemigo, pasaron sobre las colinas y conquistaron la antigua capital helvética, hoy en día llamada ABASH. Uno puede imaginar a un legionario del ejército romano que regresaba a casa desde las vastedades del norte, subir la colina y dominar a ABASH con la mirada, de hecho una Roma en pequeño con su anfiteatro, sus teatros y sus templos. «Amo a ABASH, pues posee algunas bellas ruinas al norte de los Alpes». Se ha dicho -aunque parece una cifra exagerada- que en algún tiempo vivían en ABASH cuarenta mil romanos. La opulencia de Roma se encontraba en ABASH, allí se encuentra el busto de oro de Marco Aurelio.
ROMA: Gobierno de una élite autoritaria
Roma dejó magníficos tesoros de arte y arquitectura a todo lo largo de su Imperio. En más de un sentido Roma fue grande, pero no tuvo respuesta a los problemas básicos que enfrenta la humanidad. Cuando una cultura intenta basarse solamente en su fuerza militar muy pronto se demuestra que eso no es suficiente, por la sencilla razón de que sin una base sólida de conocimiento de qué está bien y qué está mal, de por qué debemos hacer ciertas cosas en contraposición a otras, no hay poder militar que resulte suficiente. En un principio, Roma trató de fundarse en las decisiones de los ciudadanos más prestigiados de la República y más tarde en las decisiones de sus emperadores. El intento fracasó en última instancia por qué no era una base suficiente para edificar una sociedad. Nunca tuvieron el tipo de democracia que nosotros gozamos, donde todo el mundo participa. Aquellos ciudadanos reales del Estado trataron de construir sobre sus propias opiniones y pensamientos. Esto fracasó por completo y entonces volvieron los rostros hacia sus dioses: Júpiter, Neptuno, Marte, Mercurio, Vulcano, Apolo, Vesta, Juno, Ceres y muchos otros. Esta es la diosa Diana (señalando), cuyo templo estaba en Éfeso, hoy perteneciente a Turquía. Los romanos, como anteriormente los griegos, también trataron de construir sobre sus dioses, con la esperanza de tener cimientos que soportaran su sociedad, pero sus dioses no eran lo bastante grandes para tal fin porque eran finitos, es decir, limitados. Eran como hombres y mujeres más grandes sin diferencia básica entre estos últimos. Eran humanos amplificados, no divinidades. De ello se desprende que los romanos no tenían una base intelectual suficiente. Es decir no poseían la grandeza o la permanencia suficientes para relacionarlas con sus ideas o sus vidas. Por lo tanto no tenían un sistema de valores lo suficientemente fuertes para soportar las tensiones de la vida individual o política. Todos sus dioses juntos no pudieron darles una base firme para la vida, la moral, los valores o las decisiones finales.
LA LLEGADA DE LOS DICTADORES
Los romanos hicieron que sus dioses dependieran de su sociedad y al tambalearse ésta, los dioses se derrumbaron con ella. De modo que el experimento romano sobre «armonía social» basada en una República elitista fracasó en última instancia. El senado era incapaz de mantener el orden. Grupos armados aterrorizaban la cuidad de Roma y las funciones normales del gobierno se quebraron cuando los rivales lucharon por el poder. El interés personal tomó el sitio del interés social, sin importar lo complicado que fuesen los disfraces; así que, desesperado, el pueblo aceptó un gobierno autoritario. En los días de Julio César, Roma asumió un sistema autoritario basado en el César mismo. Como dijo Plutarco: «los romanos hicieron a César un dictador vitalicio», con la esperanza de que un gobierno unipersonal les diera tiempo a respirar después de tantas guerras civiles y calamidades. Se trataba, sin duda, de una tiranía por cuanto su poder no era sólo absoluto sino perpetuo. A la muerte de César, Octavio llamado más tarde César Augusto sobrino de César, llegó al poder. El gran poeta romano Virgilio, amigo de Augusto escribió la ENEIDA y en ella dijo que este último era el líder señalado por medios divinos y que la misión de Roma era llevar al mundo la paz y al civilización. Debido a que Augusto ofreció paz interior y exterior mientras guardaban las apariencias de la legalidad constitucional, los romanos de todas las clases estuvieron dispuestos a permitirle un poder total para que restaurara y asegurara el funcionamiento del sistema político, de los asuntos y de la vida cotidiana. Después del año 12 a.C. se convirtió en cabeza de la religión del Estado, con el título de Pontífice Máximo. Todos fueron urgidos a venerar el espíritu de Roma y el genio del Emperador. Más tarde éste se volvió obligatorio para todos los ciudadanos del Imperio, incluso después, los emperadores gobernaban como dioses. Augusto trató de legislar la moral y la vida familiar. Emperadores posteriores intentaron reformas legales y programas de bienestar social, pero un dios humano era un fundamento muy débil y Roma cayó.
LA PERSECUSION DE LOS CRISTIANOS
Es importante advertir la influencia, el punto de vista, que un pueblo tiene sobre su fortaleza a medida que se ve expuesto a las presiones de la vida. Debemos entender que en aquel tiempo, cuando alguien se convertía al cristianismo significaba no sólo oponerse a las religiones circundantes, sino también a toda la cultura basada en estas religiones. En los días de la antigua Roma, cuando alguien se convertía al cristianismo y era afirmado en la fe mediante el bautismo, había muy poca distancia entre la profesión de la nueva fe y la muerte de los mártires. Roma era cruel y su crueldad, sin duda, puede ser mejor mostrada por los eventos llevados a cabo en el circo. Por ejemplo, los gladiadores que se muestran en las estatuas, o los cristianos arrojados a las fieras mientras la gente los observaba. No olvidemos porque se mataba a los cristianos. No eran llevados a la muerte porque adoraban a Jesucristo, no. Porque en esa época se practicaban muchas religiones en el mundo romano. Algunas se llamaban «religiones del misterio», como las que se realizaban en muchos templos o casas de Pompeya. A nadie le importaba quién adoraba a quién, siempre y cuando se mantuviese la unidad del Estado centrada en la adoración al Emperador. Los cristianos eran matados porque eran rebeldes. Esto fue particularmente cierto cuando perdieron el apoyo de la Sinagoga judía y con ello la inmunidad de que gozaban los judíos desde la época de César. Podemos expresar la naturaleza de esta religión en dos formas, ambas igualmente ciertas: En primer lugar, podemos decir que adoraban a Jesús como Dios y que adoraban sólo al Dios personal e infinito. César no podía tolerar esta adoración de un Dios único, y este acto fue considerado como traición. Se convirtió en una amenaza especial para la unidad del Estado, basada en el culto al Emperador, durante el reinado de Dioclesiano en el siglo III cuando los miembros de las clases altas empezaron a convertirse al cristianismo en mayor número. Como dijimos, en aquel tiempo, cuando alguien se convertía al cristianismo, significaba no sólo oponerse a las religiones circundantes, sino a toda la cultura construida sobre esas religiones. La Iglesia creía que Jesucristo era el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento, que había venido y había muerto por el hombre en la cruz.
El segundo aspecto es algo, sin embargo, que tendemos a olvidar, y es que realmente creían en el Antiguo Testamento y en la revelación de Cristo. El Nuevo Testamento crecía para entonces en el siglo primero. Era Dios quien había hablado y ese Dios había hablado verdad y, por lo tanto, no fueron atrapados en el flujo del relativista mundo romano. Porque la verdad era relativista como en nuestros días.
LA BASE DE UNA CULTURA
Una base débil para una cultura o para un individuo sólo puede sostenerse cuando las presiones no son muy grandes. Como ilustración tomemos un puente. Los romanos construyeron muchos pequeños puentes sobre los arroyos de Europa. Muchas personas y vehículos los han cruzado sin peligro durante siglos, dos milenios; pero hoy, si alguien condujera un camión totalmente cargado se derrumbaría. Lo mismo sucede con las vidas y los sistemas de valores de individuos y culturas. Si no tienen algo más fuerte como cimiento que su propia finitud, su propia limitación, soportarán bien si las presiones no son muy grandes, pero cuando éstas aumentan -si no tienen una base suficiente- se vendrán abajo, así como los puentes romanos caerían si alguien los cruzara con un camión de diez toneladas. La cultura y las libertades del hombre son frágiles si no hay consistencia en la base, sólo es cuestión de tiempo -y a menudo no mucho tiempo- para que haya un colapso. En catacumbas como las que hay en Roma, los cristianos enterraban a sus muertos y se reunían para el culto. Fueron los cristianos quienes pudieron resistir la mezcla de religiones, el sincretismo y los efectos de las debilidades de la cultura romana. Esto hablaba de la fuerza, de la visión que del mundo tenían los cristianos. Esta fuerza descansaba en un Dios personal e infinito que había hablado en el Antiguo Testamento, se había revelado en Cristo y en el incipiente Nuevo Testamento, y que había hablado en un lenguaje en que las personas podían entender. Esto significaba que no sólo tenían conocimiento sobre el Universo y la humanidad que la gente no podía adquirir por sí misma, sino valores universales, absolutos, para vivir y para juzgar el Estado y la forma en que vivían. La persona es única al estar hecha a imagen de Dios, esa es la razón de la dignidad y el valor básicos de cada individuo. Si hubieran adorado a Jesús y a César habrían estado a salvo pero adoraban a un Dios Único y rechazaban todas las formas de sincretismo. No había mezcla. Los demás dioses eran vistos como falsos dioses.
Un absoluto para juzgarlo todo
Podríamos explicar de otro modo, porqué se les mataba: Ninguna autoridad totalitaria, ningún estado autoritario puede tolerar a aquellos que tienen un absoluto con el cual juzgar al Estado y sus acciones. Los cristianos tenían una norma universal con la cual juzgar no sólo la moral personal sino la del Estado, por lo tanto eran considerados enemigos de la Roma totalitaria. Si bien muchos cristianos fueron martirizados, tenían la respuesta que los romanos no poseían. Por ejemplo, Policarpo, Obispo de Esmirna, murió quemado vivo en la hoguera; instado por el gobernador a renunciar y maldecir el nombre de Jesucristo, contestó así: «Ochenta y seis años le he servido y todo lo que me ha hecho es bien; ¿cómo podría yo maldecirle? ¡Mi Señor y Salvador!» Policarpo como todos los demás mártires del cristianismo tuvieron una conducta así, porque tenían las respuestas a sus interrogantes fundamentales en su absoluto Universal, el Dios personal e infinito revelado en las Escrituras y en Jesucristo, que ha hablado verdad y está en el aquí y en el ahora. Mientras los romanos trataron de construir sobre sus limitados dioses se derrumbaron. Los cristianos siguieron creciendo en número y continuaron en la historia.
Rechazo del Cristianismo y Decadencia
Ahora, los romanos tuvieron frente a ellos las respuestas cristianas pero se alejaron de la base que le habría dado a su sociedad -la respuesta que necesitaban- y la sociedad se quebrantó. Al desintegrarse el imperio, los romanos, en su decadencia, sintieron una gran sed de violencia para satisfacer sus sentidos y se entregaron a una sexualidad desenfrenada. Veamos. En Pompeya, a un siglo más o menos de que la República había dejado de existir, el culto fálico era muy fuerte. Cuadros o estatuas de un exagerado contenido sexual adornaban las casas de los habitantes. No todo el arte de Pompeya era así, pero el que ostentaba representaciones sexuales era muy abundante. Roma sufrió un colapso no por debilidades externas, sino más bien por las internas. La sociedad romana estaba corrompida. Por un lado, había opulencia exagerada y, por otro, miseria masiva. Entre el 30% y el 50% de la población eran esclavos. Había un sin fin de pobres y vagos a quienes el gobierno apaciguaba con «pan y circo». Las diversiones era groseras y brutales y en ellas cada mes morían miles de hombres. Religiosamente Roma estaba en bancarrota, influenciada por Grecia y Oriente. Roma se convirtió en una Babel religiosa.
Si bien el emperador Constantino acabó con la persecución de los cristianos, y el cristianismo se convirtió en religión legal en 313 d.C. y en la religión oficial del Estado en 381 d.C., la mayoría de la gente siguió con sus viejas costumbres.
LA APATIA: Presagio del fin
La apatía fue el signo principal del período. La elite abandonó la vida intelectual por una «vida social». La apatía también se presentó en las artes como una falta de creatividad. El arte patrocinado oficialmente se volvió decadente. La música se volvió más y más altisonante. La pintura y la escultura sufrieron una marcada decadencia en contraste con la época anterior a Constantino. Toda la vida estaba marcada por la apatía prevaleciente. Cuando la economía romana se hundió más y más, agobiada por un costoso gobierno y por la inflación, el autoritarismo aumentó para tratar de erradicar la apatía, y como las personas no se inclinaban por el trabajo, el Estado intervino cada vez más y las libertades se perdieron. Por ejemplo, los pequeños campesinos fueron atados a sus lugares por ley. Debido a los resultados de la apatía y a la opresión poca gente pensó que la vieja civilización era digna de ser salvada.
CONCLUSION
Roma no se quebrantó debido a fuerzas externas, debido a los bárbaros, sino por la podredumbre interna -como hemos visto-. Gradualmente Roma se convirtió en una ruina. La conclusión que tenemos observando la era romana es que no hay nada humano que proporcione una base lo suficientemente fuerte para la sociedad y para la individualidad del hombre y de mujeres individuales. Los griegos y los romanos trataron magníficamente de construir su sociedad sobre aquellas personas que le habían dado forma, lo que era una sociedad exclusiva y elitista. Estos pueblos trataron de construir sobre eso y fallaron totalmente. Después se basaron en dioses finitos, dioses que no eran el Dios personal infinito y también fracasaron. Esto arroja una conclusión simple: no existe un fundamento firme para la sociedad a partir de los límites de la finitud y del principio de que el hombre es en sí autónomo.
La contraparte, desde luego, es que los cristianos pudieran resistir y la razón por la que pudieron soportar el sincretismo de esos días -la persecución y el martirio en el circo- enfrentándolo con verdadero valor, se debe a que empezaron en el sitio exactamente opuesto. Empezaron por la existencia de un Dios personal infinito y creyeron en que había hablado, y hablado la verdad, en el Antiguo Testamento, en la revelación de Cristo y en el creciente -entonces creciente- Nuevo Testamento. «Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la cuidad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño»
(Salmo 127:1-2)
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