Mateo 4 - La tentación de Jesús

Eremita orando en el desierto

Soy de la firme convicción de que las casas se construyen desde los cimientos, y las enseñanzas que encierran las palabras de Nuestro Señor sólo se comprenden si se inician desde la base, desde el núcleo. Tienden los teólogos y eruditos a dar diferentes y diversas explicaciones, respuestas a preguntas que pocos se hacen, y que unas veces estarán acertadas y otras no tanto; a dejar de lado el núcleo de la enseñanza como algo menor. O directamente a omitirlo, ya no sabemos si voluntariamente o por ausencia. Basta leer las complicadísimas retorceduras del Talmud judío o la Sunnah musulmana para de una pasada rasante ver la mano del hombre y la ausencia de la divina. Pero no es un mal endémico de eruditos, sino de todos. De esa complicada forma se acerca a la Palabra de Dios el que no tiene ojos para ver, buscando retorceduras y complicaciones donde sencillamente brota el Agua de Vida, donde sopla la brisa fresca y libertadora del Evangelio, donde se nos da una palabra que un niño puede comprender. No es baladí esto que digo pues Jesús mismo en Mateo 18 nos recuerda que el que no se vuelva y se haga como un niño, no entrará en el reino de los cielos.

Llegamos y nos encontramos con ojos de niño al cimiento, a la roca, a Cristo, y sobre ella edificamos lo demás, las teologías, las doctrinas. Todo lo que se haga de otra manera, toda casa construida por el tejado o fuera del verdadero cimiento caerá irremediablemente por esplendorosa y fuerte que parezca a la vista.
Es nuestra obligación buscar el fundamento en toda doctrina que recibamos, y también en aquella que ofrezcamos. De otra manera solo andaremos en confusión.

¿No lo ves? tranquilo, no es del que quiere ni del que corre, sino de quien Dios tiene misericorida (Rom 9:16), así que antes de correr a adentrarte en complicadas palabras de hombre, ora al Padre para que te alumbre con todo Conocimiento y Verdad, y el gozo de su revelación te haga un poco más comprensibles las cosas celestiales. Él te da los ojos. Él te hace un niño. No hay otro camino.



Vamos a entrar en materia:
Mateo
4:1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
4:2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
4:3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
4:4 Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
4:5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo,
4:6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti,
y,
En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
4:7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
4:8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
4:9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
4:10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.
4:11 El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.

Sobre este pasaje de las tentaciones se derraman ríos de tinta. Hordas de doctrinas, enseñanzas y predicaciones golpean libros e internet acerca de Mateo 4; unas bastante sanas, y otras como esta del jesuíta Juan Masiá, bien me guardaré la opinión por no ensuciar la pantalla.
Sermones al más puro estilo psicological prosperity gospel, o cuestiones que si bien pueden ser interesantes, no conducen a ningún sitio.
Se habla sobre cómo vencer la tentación, vale. Sobre si Jesús fue físicamente trasladado de un lugar a otro o fueron visiones, vale; sobre cómo Jesús cumplió con sus funciones de Rey, Profeta y Sacerdote en este episodio, vale; que Satanás conoce las Escrituras, eso ya lo vemos todos los días, gracias; muy bien, grandes enseñanzas se pueden sacar de este breve capítulo, y como siempre me remitiré a las reflexiones de Calvino al respecto donde da respuesta a muchas de estas preguntas.

Pero pocas veces me encuentro, y disculpen mi posible falta de ortodoxia al explicarlo, con una predicación o enseñanza de la más grande realidad contenida en este hecho ocurrido durante el ministerio de Nuestro Señor.
Quisiera hacer un paralelismo con Génesis, concretamente con la caída del hombre -ya sabéis los lectores de este blog cuanto me gusta enlazar ambos testamentos-

Por un lado tenemos al hombre natural, gozando de toda bendición y comunión con Dios, sentado (o de pie, que más da) plácidamente en el huerto del Edén, donde nada le falta y todo lo obtiene con extender su brazo. En estas circunstancias ocurre la caída, con la cooperación necesaria de la mujer, no lo olvidemos, mediante la tentación de, como se dirá en Mateo, ''el tentador''. Busca el punto débil del hombre y ataca, y allá que cae, y toda la humanidad con él. (Rom 5:12)

Pero igual que por un hombre sobrevino la muerte a toda la humanidad, por un hombre será vencida, eso nos dice 1ªCorintios 15:21 o Rom 5:18 ¿no? ¿quién es ese hombre? ¿Quién es ese que algunos llaman el 2º Adán? ¿Quién es ese que reparará todo lo roto?

Es evidente que ese hombre debe resistir una tentación como la que sufrió el Adán del Génesis.

Pero el Espíritu apuesta doble por Jesús y le pone las cosas aún más difíciles; y digo el Espíritu porque Mateo 4:1 nos dice que fue el Espíritu quien guió a Jesús al desierto. Y las circunstancias fueron terribles para sufrir la tentación. No fue el agradable huerto del Edén donde al alcance de la mano debiera haber suculentos frutos de todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer (Gn 2:9), no; fueron 40 días sin comer ni beber, posiblemente en los límites de la resistencia corporal humana, bajo un -imaginamos por el lugar geográfico del que se trata- sol de justicia y unas temperaturas extremas. Una travesía por el desierto en soledad sin más compañía que piedras y polvo, nada que ver con la gloria del Huerto donde el hombre moraba en comunión con Dios sin padecimiento alguno.

En esas terribles circunstancias -mucho peores que las originales sin duda- la serpiente astuta volvió a tentar más ferozmente al hombre en todos sus puntos débiles y no por una, sino por tres veces. Pero esta vez no. Cristo venció... y nos hizo vencedores con él.

Por eso reclamo no sólo el llamado a la imitación superficial de Cristo en la resistencia a la tentación como un ejemplo a copiar en nuestra vida diaria, sino todo lo que supone que Cristo hombre resistiera la sibilina voz del demonio: que el Diablo, la tentación y el pecado no prevalecerán contra Él ni por tanto contra los que estamos en Él, contra los que en Él somos uno. Era necesario hacerlo así. No había otro camino. Es parte fundamental de la propiciación de Cristo para nuestra Salvación, no sólo una simple anécdota o historieta de la lucha del bien contra el mal. Es engranaje fundamental en nuestro rescate que el Cristo que llegara a la Cruz fuera el que había resistido la tentación, no otro. Y esto se olvida con demasiada frecuencia.

Suenan trompetas de victoria; podemos estar seguros de vencer porque Él ya venció. Satanás está derrotado y el viejo hombre ya murió, y he aquí somos renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.(1ºPe 1:23).

CRISTO PODER DE DIOS, Y SABIDURÍA DE DIOS (1ªCor 1:24)





Juan R. Méndez - JRMM









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