Algunas citas de Reformados Españoles
El creyente ha de saber que, antes que pudiese hacer bien o mal, lo eligieron y señalaron para que fuese justo y, por justo, bienaventurado. No fue esto por sus obras ni por sus merecimientos, pues antes que él pudiese obrar, fue elegido. El mismo que lo eligió es el que lo justifica, el que lo favorece y sustenta para que, conforme a la elección, haga obras semejantes a las obras de su unigénito Hijo, pues fue elegido y señalado para que fuese semejante a la imagen de su Hijo. ¡Cuántas gracias deberíais dar a Dios, que no dejó en vuestro escoger lo que había de ser de vosotros!
Constantino de la Fuente
En el negocio de nuestra perdición nosotros lo pusimos todo, pero en el de nuestra salvación fue necesario que Dios lo pusiese todo.
Juan Pérez de Pineda
Bien entendidas, las buenas obras son pedazos y sobras de la riqueza de Jesucristo, y todo se atribuye a Él y, si tienen valor, es por Él. Y así siempre en nuestra salvación Él toma la delantera.
Constantino de la Fuente
Dos citas advirtiendo contra una actitud inmisericorde en el creyente
¡Ay de nosotros, miserables! ¿Y qué condenación y juicio de Dios acumulamos sobre nuestras cabezas cuando predicamos a los soldados que dejen las armas, que vivan en paz y no inquieten a los ciudadanos y, sin embargo, tenemos en nuestros escritorios todas las armas afiladas, las saetas envenenadas, para lanzarlas contra aquellos que no adoptan enteramente nuestros consejos y opiniones? ¿No sería mejor, habiendo invocado el nombre del Señor, tratar amablemente los asuntos del avance de su gloria, que no hacernos la guerra con los dardos de nuestra pluma, los cuales son más peligrosos e incurables? No hemos sido bautizados en el nombre de Lutero, Zwinglio o Calvino, sino en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y, por eso, nuestro obrar ha de ser completamente diferente.
Antonio del Corro
Sí, sí, escribimos mucho. Llenamos muchos libros y escritos de injurias contra el papa, cardenales, obispos, sacerdotes y monjes. ¿Somos tan olvidadizos, que no nos acordamos de lo que hemos sido? ¿No tenemos memoria de que no hace tantos años estábamos en la misma pocilga cenagosa? Y, si el Señor por su bondad nos ha sacado de ahí, mostrando los tesoros de su misericordia hacia nosotros, ¿es por esto que debemos injuriar, burlarnos, ultrajar a aquellos que todavía permanecen allí de donde nosotros salimos? ¿No sería mejor darles la mano para sacarlos fuera, exhortarlos benignamente a que reconozcan el miserable estado en el que están, puesto que jamás por la vía en la que estamos será posible ganarles el corazón? ¡Ojalá que conociéramos lo que nos falta para ser doctores del evangelio! Porque el conocimiento de nuestra ignorancia nos impulsaría a querer aprender, más bien que a hacer de inquisidores y censores de la fe.
Antonio del Corro
Por Juan Sánchez Llamas
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