El Síndrome del Cristiano - Tortuga
Continuamente somos llamados por parte de la corriente dominante en el cristianismo actual a realizar un ejercicio de exacerbada y piadosa mansedumbre, soportando la lluvia de ataques e improperios de la que somos testigos a diario contra nuestro Señor. No es políticamente correcto, y causa sorpresa cuanto menos, si de forma enérgica se responde a cualquier agresión.
No me estoy refiriendo a desenvainar la espada rápidamente como Pedro en Getsemaní, no. Ni siquiera es necesaria una confrontación violenta con complicadas doctrinas teológicas o astutas argucias militares jesuitas. Decía C.H. Spurgeon que para defender la Biblia ''abran la puerta y dejen salir al león; él se cuidará solo.''. Me refiero a luchar contra esa tibieza reinante que sitúa nuestra doctrina en un punto intermedio entre Dios y el pecado; a esa tendencia relativista de no importunar demasiado por presentar de forma diáfana y poco digerible para el pecador la Palabra de Dios, por miedo a recibir la bofetada que nos hará tener que poner la otra mejilla; por miedo a ser etiquetados de forma inmediata como excluyentes, radicales, o crédulos, o locos directamente si nos encontramos ante no creyentes. Para que exista una verdadera conversión debe existir un verdadero arrepentimiento; y para que exista un verdadero arrepentimiento debe existir una profunda consciencia y conocimiento del pecado; y eso difícilmente se podrá lograr si maquillamos, dulcificamos y pintamos de rosa la Palabra para hacerla más agradable y digerible al pecador.