ROWLAND TAYLOR: MÁRTIR INGLÉS QUEMADO EN LA HOGUERA BAJO EL REINADO DE MARÍA TUDOR
ROWLAND TAYLOR (1510-1555): MÁRTIR INGLÉS
QUEMADO EN LA HOGUERA BAJO EL REINADO DE MARÍA
TUDOR
Cuando Stephen Gardiner, obispo de Winchester y canciller
de Inglaterra, citó en Londres a Rowland Taylor, rector de la parroquia de
Hadleigh, para responder ante él de su oposición a las prácticas de Roma (las
cuales estaban siendo implantadas en su misma iglesia, tras el ascenso al trono
de María Tudor), en palabras J. C. Ryle: “Sus muchos amigos intentaron en vano
persuadirle de que huyera al continente europeo para salvar su vida”. Esta fue
su respuesta, tal y como la recoge J. Foxe en su obra “Acts and
Monuments”:
¿Qué queréis que haga? Yo soy viejo, y ya he vivido
demasiado, hasta ver estos terribles días de gran maldad. Huid vosotros, y
actuad como os dicten vuestras conciencias. Yo estoy completamente decidido, por
la gracia de Dios, a ir al obispo y decirle a la cara que él no hace nada. Dios
levantará luego maestros a su pueblo que le enseñarán con mucha más diligencia y
fruto de lo que lo he hecho yo. Porque Dios no abandonará a su Iglesia, aunque
ahora durante un tiempo nos pruebe y corrija, y no sin causa justa.
En cuanto a mí, creo delante de Dios que jamás podré
rendirle mejor servicio que el que puedo rendirle ahora, ni jamás tendré un
llamado tan glorioso como el que tengo ahora, ni tanta misericordia mostrada por
Dios como en el momento presente. Porque ¿qué cristiano no moriría alegremente
contra el papa y sus seguidores? Yo sé que el papado es el reino del anticristo
y que está completamente lleno de falsedades, de modo que toda su doctrina no es
sino idolatría, superstición, error, hipocresía y mentiras.
Por tanto, os ruego a vosotros y a todos mis demás amigos
que oréis por mí, y no dudo de que Dios ciertamente me dará fuerza, y su Santo
Espíritu, para que mis adversarios se avergüencen de sus hechos.
Así describe Foxe el comienzo de su entrevista con
Gardiner:
Cuando Gardiner vio al Dr. Taylor, conforme a su habitual
costumbre, le injurió, llamándole truhán, traidor y hereje, junto con muchas
otras graves acusaciones. Todo esto escuchó pacientemente el Dr. Taylor y, al
final, dijo: “Señor, no soy traidor ni hereje, sino un verdadero súbdito y un
fiel cristiano. Y he venido conforme a su mandato para saber cuál es la causa
por la que su señoría me ha mandado a llamar”.
Entonces, dijo el obispo: “¿Has venido, villano? ¿Cómo es
que no tienes vergüenza de mirarme a la cara? ¿No sabes quién
soy?”
“¡Sí!”, dijo el Dr. Taylor, “sé quién sois. Sois el Dr.
Stephen Gardiner, obispo de Winchester y canciller y, sin embargo, nada más que
un mortal. Si yo debería tener temor de vuestro aspecto señorial, ¿por qué no
teméis vos a Dios, el Señor de todos nosotros? ¿Cómo no tenéis vergüenza de
mirar a la cara a un cristiano, viendo que habéis abandonado la verdad, negado a
Cristo nuestro Salvador y su Palabra, y hecho lo contrario a vuestro juramento y
escritura? ¿Con qué semblante apareceréis ante el tribunal de Cristo y
responderéis a vuestro juramento hecho primero al rey Enrique VIII y, después,
al rey Eduardo VI, su hijo?”
Estas fueron sus últimas palabras a su
familia:
Digo a mi esposa y a mis hijos: Vosotros me habéis sido
dados por el Señor, y yo os he sido quitado a vosotros, y vosotros me habéis
sido quitados a mí. ¡Bendito sea el nombre del Señor! Yo creo que son
bienaventurados los que mueren en el Señor. Dios cuida de las golondrinas y de
los cabellos de nuestra cabeza. Siempre le he hallado más fiel y favorable que
ningún padre o marido. Confiad, por tanto, en Él por medio de los méritos de
Cristo nuestro querido Salvador. Creedle, amadle, temedle y obedecedle. Orad a
Él, porque ha prometido ayuda. No me tengáis por muerto, porque ciertamente
viviré y jamás moriré. Yo voy antes y vosotros me seguiréis a nuestro duradero
hogar.
Sus últimas palabras a su hijo Thomas, de nuevo recogidas
por Foxe, fueron:
El Dios todopoderoso te bendiga y te dé su Santo Espíritu
para que seas un verdadero siervo de Cristo, para que aprendas su palabra y
constantemente defiendas su verdad toda la vida. E hijo mío: Procura temer a
Dios siempre. Huye de todo pecado y vida de maldad. Sé virtuoso y sirve a Dios
cada día en oración. En toda circunstancia, procura ser obediente a tu madre,
ámala y sírvela. Rígete por ella ahora en tu juventud y sigue su buen consejo en
todas las cosas. Cuídate de la lasciva compañía de los jóvenes, que no temen a
Dios, sino que siguen sus lascivas concupiscencias y vanos apetitos. Huye de la
prostitución y aborrece el lecho con mancilla, recordando que yo, tu padre,
muero en defensa del santo matrimonio. Y el día de mañana, cuando Dios te
bendiga, ama y estima a los pobres, y ten por principal riqueza ser rico en
limosnas. Y cuando tu madre envejezca, no la abandones, sino provéele todo lo
que esté a tu alcance, y procura que no carezca de nada. Porque de este modo te
bendecirá Dios, te dará larga vida sobre la tierra y prosperidad, lo cual le
ruego que te conceda.
Traducido por Juan Sánchez Llamas
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