El sionismo Cristiano

Por Liberalismo sin Tregua

Hoy voy a hablar un poco de este sionismo cristiano, tan en boga en no pocos círculos evangélicos de los Estados Unidos, quienes se basan en la idea de que el actual Estado de Israel sería una prolongación en nuestros días del Israel bíblico, su existencia se fundamentaría en un mandato de Dios. Paralelamente a esa visión, Estados Unidos, como único país del mundo fundado sobre una base cristiana, tendría una “misión divina” de defender a Israel, protección a cambio de la cual seguirían teniendo una posición privilegiada como nación ante los ojos de Dios. Sea realiza una interpretación torticera de Génesis 11:3, la promesa que Dios hace a Abraham y a su descendencia: “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan”. Otras obligaciones “divinas” en relación al Estado de Israel, que estos evangélicos entienden que tendría Estados Unidos, llegarían hasta el punto de tener incluso que financiar la construcción del Tercer Templo en Jerusalén, si ello fuera necesario.
Aclarar primero, sobre los derechos de los judíos a asentarse sobre la tierra actualmente territorio del Estado de Israel, que es un error bastante común creer que todos los judíos fueron empujados a la Diáspora por los romanos, después de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén, en el año 70 D.C., y que después, 1.800 años después, regresaron súbitamente a Palestina exigiendo que les devolvieran su país. En realidad, el pueblo judío ha conservado nexos con su patria histórica durante más de 3.700 años.
Incluso después de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén por los romanos y del comienzo del exilio, la vida judía en la tierra de Israel prosiguió y, con frecuencia, prosperó. Para el siglo IX se habían restablecido grandes comunidades en Jerusalén y Tiberias. En el siglo XI, había comunidades judías en Rafa, Gaza, Ascalón, Jafa y Cesárea.
Desde el siglo XII, gran número de rabinos y peregrinos judíos inmigraron a Jerusalén y Galilea. Muchos rabinos establecieron comunidades en Safed, Jerusalén y en otros lugares durante los posteriores 300 años. A principios del siglo XIX, años antes de la fundación del movimiento sionista por parte de Theodor Herzl, más de 10.000 judíos vivían en el territorio del actual Israel.

 
En 1909, un grupo de judíos rusos se instaló en lo que entonces era la Palestina ocupada por los británicos, cerca del Mar de Galilea, huyendo de la miseria, las persecuciones y matanzas a las que periódicamente se veía abocada su comunidad en la Rusia zarista. Al año siguiente, en 1910, estos diez hombres y dos mujeres construyeron la primera sociedad agraria basada en la cooperación y la fraternidad y donde la propiedad privada no existía. Un sistema bastante cercano a lo que entenderíamos por comunismo.
Había nacido Dgania, el primer kibutz. Durante los años 20 y 30, a pesar de las dificultades que pusieron las autoridades británicas a la inmigración judía, se convirtieron en la base sobre la cual se edificaría el Estado de Israel. Los kibbutz, de los cuales 65  de los 270 aún existentes, funcionan aún según el método comunal tradicional, mientras que el resto, prácticamente, se han convertido en empresas cooperativas inmersas en un sistema de libre mercado, como se explica en un artículo publicado en “Financial Times”, titulado “The rise of the capitalist kibbutz”.
El derecho de Israel a existir, al igual que el de España, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y el resto de países del mundo es axiomático e incondicional. La legitimidad de Israel no está suspendida en el aire a la espera de un reconocimiento. No hay ciertamente ningún otro Estado, grande o pequeño, joven o viejo, que consideraría el mero reconocimiento de su “derecho a existir” un favor, o una concesión negociable.
El Estado de Israel basa su existencia en las mismas premisas que cualquier otro país del mundo, en definitiva.
Ahora bien, lo de estos evangélicos “cristianos sionistas” es una problemática muy similar a la que se encontró Cristo con los fariseos. Estos esperaban la venida del Mesías y el establecimiento del Reino de Dios pero en este mundo (Cristo dijo a Pilatos que su reino no era de este mundo), esperaban la reconstrucción de un reino en la tierra, como el que habían regido siglos atrás David y Salomón, por eso rechazaron al Salvador. El momento en que se consuma la apostasía por parte de los fariseos, y del que una vez había sido Pueblo de Dios, lo encontramos en Juan 19:14-15: Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dijo Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey.». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dijo Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César.»”. En su afán porque Pilatos condenase a muerte a Jesucristo, los fariseos llegaron a renegar de Dios, declarando que su único rey era el César romano, señor, por aquel entonces, de este mundo, rechazaban expresamente el Reino de Dios.
Los evangélicos sionistas defienden, en consecuencia, la herejía de que existen dos Pueblos de Dios separados, Israel y la Iglesia, cada uno con un plan de salvación distinto por parte de Dios. Confunden el plano terrenal con el espiritual, como confunden el significado espiritual, distinto, del término “judío” en el Nuevo Testamento. 
En lugar de cosas espirituales, siguen buscando cosas materiales, terrenales, piensan que el Reino de Dios sí es de este mundo. Pero Cristo no solo dijo a Pilatos que Su Reino no era de este mundo sino que, más aún, viendo que sus seguidores pretendían proclamarle rey, se retiró a la montaña: Y entendiendo Jesús que había de venir para arrebatarle, y hacerle rey, volvió á retirarse al monte, él solo” (Juan 6:15). Su Reino no era de aquí, no podía verse a través de los ojos que tenemos en la cara, sino únicamente a través de los ojos espirituales: “Y preguntado por los Fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia; Ni dirán: Helo aquí, o helo allí: porque he aquí el reino de Dios entre vosotros está. Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá, cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis” (Lucas 17:20-22). Los fariseos, como estos evangélicos no podían ver el Reino de Dios porque es un reino espiritual que no podemos ver si nos quedamos en lo físico: “Respondió Jesús, y díjole: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios (Juan 3:3).
No hay que perder la perspectiva de que el Pueblo de Dios, la verdadera Iglesia, el Israel celestial, desde la creación de este mundo, ha sido, es y será el verdadero cuerpo de creyentes, aquellos que son verdaderamente salvos: como ningún hombre puede ver en los corazones para distinguir entre unos y otros, por tanto la composición de Su Pueblo sólo es conocida por Dios.
La verdadera Iglesia de Dios no es una organización terrenal con gente y edificios, sino una entidad sobrenatural integrada por aquellos que han sido justificados y salvados por la fe en el sacrificio del Señor Jesucristo. La Iglesia verdadera abarca todo el período de la existencia del hombre sobre la tierra, y a toda la gente que ha sido llamada a ella. El mundo es cristiano desde su creación, puesto que Cristo, siendo Dios, es Creador de este mundo. Cuando Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y los demás creyentes del Antiguo Testamento fueron justificados y salvados por su fe, lo fueron por la fe en Jesucristo, y sus pecados lavados por la sangre de Jesucristo, exactamente igual que los creyentes del Nuevo Testamento.
No hay, en definitiva, dos Pueblos de Dios separados, Israel e Iglesia, sino uno solo desde que el primer hombre pisó la tierra. Jesús dice en Juan 10:16: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”. Y el apóstol Pablo en Efesios 2:11-16: “Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades”. Hoy, somos Israel por Cristo. Si un judío, en el sentido de un seguidor del judaismo, acepta a Cristo y se convierte, sí. Si no, está fuera del Pueblo de Dios. Lo contrario, es la confusión que tienen algunos. Los israelitas, como Pueblo de Dios en el Antiguo Testamente, vivían en un espacio geográfico muy delimitado, parte de las tierras en que actualmente se asienta el Estado de Israel, y tenían unas características étnicas muy similares. Hoy no es así, sino que se encuentra diseminado por todo el mundo, pero ES UN MISMO PUEBLO EN EL CUERPO DE CRISTO (a propósito, no tiene nada que ver con el tema de la entrada, pero no, no hay en la Biblia una defensa del inmigracionismo, las fronteras abiertas ni teoría “multiculti” alguna, no, estamos hablando de unidad material entre gentes de distintas naciones, etnias y razas, sino UNIDAD ESPIRITUAL).
Otra creencia de estos evangélicos “sionistas cristianos” y que les llevan a pensar que la creación del Estado de Israel fue el cumplimiento de las promesas bíblicas de Dios: afirman que esa promesa de la tierra hecha en la Biblia al pueblo de Israel no se cumplió hasta 1947, dando la tierra al pueblo judío como heredad perpetua. Pero es que eso no es lo que dice la Biblia: Dios sí cumplió, entregando a Israel la tierra que prometió a su padres, Abraham, Isaac y Jacob. Cuando Dios sacó al pueblo de Israel de Egipto, cumplió la promesa que había hecho y les dio la tierra. ¿Qué dice la Biblia?: Josué 21:43-45: “Así dio Jehová a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres; y la poseyeron, y habitaron en ella. Y Jehová les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres: y ninguno de todos los enemigos les paró delante, sino que Jehová entregó en sus manos á todos sus enemigos. No faltó palabra de todas la buenas que habló Jehová a la casa de Israel; todo se cumplió“. Nehemias 9: 7-8: Tú, eres oh Jehová, el Dios que escogiste a Abram, y lo sacaste de Ur de los caldeos, y le pusiste el nombre Abraham; Y hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste con él alianza para darle la tierra del cananeo, del heteo, y del amorreo, y del fereseo, y del jebuseo, y del gebuseo, para darla a su simiente: y cumpliste tu palabra, porque eres justo”. Hechos 13: 19: “Y destruyendo siete naciones en la tierra de Canaán, les repartió por suerte la tierra de ellas”.
Aparte de esto, la promesa de Dios a Israel sobre la tierra no era incondicional, como sostienen estos evangélicos, inspirados en el dispensacionalismo, sino condicional a que los israelitas cumpliesen las condiciones del pacto (“Guárdate, que no te olvides de Jehová tu Dios, para no observar sus mandamientos, y sus derechos, y sus estatutos, que yo te ordeno hoy”, Deuteronomio 8:11, “Mas será, si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios, y anduvieres en pos de dioses ajenos, y les sirvieres, y á ellos te encorvares, yo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis. Como las gentes que Jehová destruirá delante de vosotros, así pereceréis; por cuanto no habréis atendido a la voz de Jehová vuestro Dios”, Deuteronomio, 8:19-20).
La promesa de permanencia en la tierra fue hecha al pueblo de Israel bajo la condición de que no se apartaran de Dios y su ley.  Israel violó esta condición una y otra vez, no hay más que leer el Antiguo Testamento, atrayéndose el castigo y la cólera de Dios, por medio de las naciones vecinas, hasta que la nación israelita fue desechada completamente de su tierra. El pueblo de Israel había incumplido el pacto con Dios, lo había invalidado, como el mismo Dios había dicho a Moisés. Dios ha dicho que devolvería la tierra, pero está promesa no es sobre una tierra concreta enclavada en Oriente Medio, sino sobre la Nueva Jerusalén y el Israel Celestial, la tierra prometida a los creyentes de todas las épocas: “Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria. Que si se acordaran de aquella de donde salieron, cierto tenían tiempo para volverse: Empero deseaban la mejor, es a saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos: porque les había aparejado ciudad” (Hebreos 11:14-16).
Podría extenderme más pero no quiero alargar excesivamente el rollo teológico. Más o menos queda claro que no es posible sacar de la Biblia la idea de que la creación del Estado de Israel fue el cumplimiento de una promesa divina a los judíos ni que existan varios Pueblos de Dios con varios planes de salvación.
No me fío demasiado de las estimaciones y estadísticas que se hagan en la Europa progre, sabiendo lo “bien que caen” aquí los republicanos, pero se calcula que un cuarto de los votantes del GOP, seguirían o simpatizarían con este “sionismo cristiano”, (hay quien llama al “Cinturón Bíblico” estadounidense el “Cinturón de Seguridad” de Israel). Se cree que existen 70 millones de sionistas cristianos y 80.000 pastores sionistas en los Estados Unidos, cuyas ideas son diseminadas por 1.000 emisoras cristianas de radio y 100 cadenas cristianas de televisión.
¿Qué es la influencia del “lobby judío” al lado de la de esta masa?
Como he dicho en la entrada anterior, apoyar a Israel es apoyar la democracia y la libertad en Oriente Medio y tener un sólido aliado (ya está tardando en formar parte de la OTAN), pero BASTA DE YA DE HEREJÍAS Y DE PUDRIR EL EVANGELIO.


3 comments

Javier | 7 de agosto de 2014, 15:01

Muchas gracias por reproducir y, no obstante, puntualizar un par de cosas, pues el artículo tiene ya sus añitos y como es lógico con el tiempo vas avanzando en conocimiento sobre como expresar las cosas:

- Menciono varias veces el que los judíos acepten a Cristo o que los creyentes del Antiguo Testamento fueron salvos por su fe en Cristo. Creo que se entiende, pero es bueno puntualizarlo, que, por supuesto, ello por la fe que les fue dada por Dios, obviamente, salvos por medio de la fe, no por una fe que salió de la voluntad de ellos.

- En el artículo intenté resumir todo lo posible para no alargarme eternamente, pero otro punto que hace absurda e insostenible esta postura de este “sionismo cristiano” es que el Estado de Israel actual es una nación laica, aunque se fundara sobre la base de una tradición judía (fuera religiosa, étnica, de orígenes familiares, etc., con unos criterios un poco difusos y muy eclécticos sobre qué es “ser judío”), de hecho, creo recordar que en Israel hay casi un 35% de ateos, uno de los países del mundo con más ateos declarados. ¿Qué supuesta “restauración” haría Dios en la vieja tierra de Canaan de una nación que en cuanto a incredulidad no se diferencia demasiado de España, Francia, Alemania, EEUU, la que sea?

Está muy bien defender a Israel como nación libre y democrática amenazada por todo tipo de tiranías árabe-musulmanas totalitarias (eso sí, creo que la respuesta cristiana es defender la verdad cuando Israel es objeto de ataques y manipulaciones falsas, aunque también denunciar si actúa injustamente, fundamentalmente con los palestinos), pero, como siempre digo, ojo con estos llamados “cristianos sionistas”, unos fundamentalistas religiosos alocados (normalmente relacionados con la "derecha religiosa" norteamericana) que vuelven a ponerse de moda cada vez que hay un nuevo conflicto bélico en Medio Oriente en el cual Israel esté presente.

Por cierto, algunos de ellos, como Pat Robertson, el líder de la “Christian Coallition” luego colman de elogios al Papa calificándolo como “un gran maestro moral”. Para esta gente, si algo es “religioso”, automáticamente es “bueno”. Otros como John Hagee dicen que no hay que testificar del Evangelio a los judíos. Otro como Richard Land, el líder de los “Bautistas del Sur” han sorprendido incluso a los propios israelíes al mostrarse mucho más intransigentes que hasta el más intransigente “halcón” del Likud en que Israel no debe ni plantearse negociar nada sobre los territorios de la Cisjordania.

Algunos llegan a la chifladura de defender que apoyando a Israel se puede ser “salvo”. ¡Ah, muy bien! ¿Y entonces Cristo para qué? No es raro que se lleven tan bien con Roma y el papado. Son unos religiosos de un calibre muy similar.

El actual Estado israelí es un país laico, de judíos mayoritariamente laicos, que nada tiene que ver con la Biblia ni con ninguna de las profecías del Antiguo Testamento.

La premisa tradicional del cristianismo siempre ha sido que aquel pacto y promesa que Dios hizo a la nación israelita en Abraham fueron anulados por su desobediencia y su incredulidad, y por eso ahora se cumplen en el cuerpo de los cristianos creyentes (que no es el mismo conjunto de los cristianos culturales).

Pero es que incluso bajo el hipotético supuesto de que aquel viejo pacto siguiera vigente, ¿necesitaría Dios ser asistido por EEUU para su cumplimiento? O sea, que el Dios de toda la Creación, Gobernador de Cielo y tierra, que era antes que todo lo que existe y está más allá de todo lo que existe, no ha podido cumplir bien Su Plan para Medio Oriente, así que, según estos “cristianos sionistas”, uyyyy... el Gobierno federal allá en Washington tiene que echarle una “manita” a Dios para de este modo “acelerar” la Segunda Venida del Señor Jesucristo en gloria y majestad.

Hombreeeeeee!!... Pero del día y la hora, nadie sabe, ni los ángeles del cielo, sino el Padre... pero estos “cristianos sionistas” sí que tienen capacidad para adelantar ese día y hora.

Saludos.

Javier | 7 de agosto de 2014, 15:32

También me he dado cuenta de que hay un patinazo histórico.

Digo “en 1909 en la Palestina ocupada por los británicos”.

Ahí creo que se me fue la pinza al escribir.

En 1909, Palestina era parte del Imperio Otomano y allí había una mayoría de árabes junto con las pequeñas comunidades judías que menciono. Es diez años después, cuando los turcos pierden en la I Guerra Mundial, cuando se constituye el Mandato Británico de Palestina en esas tierras.

Juanrepara | 7 de agosto de 2014, 15:58

gracias por las puntualizaciones JAvier!

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